“Puedo entrar?”
Gerardo González no sabía que su vida iba cambiar al entrar al cuarto de su madre. Él le iba pedir permiso de casarse con su novia después de tres meses, que el admite fueron muy cortos. Lo que siguió fue un divorcio y el principio de una vida como padre soltero. Al pesar de muchas dificultades, Gerardo a criado a tres hijos maravillosos y valientemente confronto a sus demonios.
En Jalisco, México, Gerardo era devoto a la iglesia. Él pensó que su futro estaba en el sacerdocio, pero se dio cuenta rápidamente que su corazón estaba en otros lugares. Aun un firme creyente en Dios, Gerardo dio sus servicios como un monaguillo. Aunque nuca se convirtió en sacerdote, la vida de Gerardo seria imaginable sin su fe y humildad. Muchos de sus amigos de dicen “Gerardo de Nazareth” o “El Padrecito.”
La vida de Gerardo tuvo sus dificultades. Gerardo tiene una respuesta emocional al recordar sus batallas con las drogas, alcohol, violencia, y la pobreza. Cuando su divorcio lo dejo sin recursos financieros, Gerardo dio todo lo que pudo a sus tres hijos. Nunca va poder olvidar su cama de cartón, solo encontrando alivio porque pudo comprar una cama real para sus hijos. Su viaje a los Estados Unidos fue motivado por razones financieras, pero Gerardo también estaba corriendo de vicios que parecían inescapables.
En los Estados Unidos, Gerardo buscaba su Sueño Americano, pero se dio cuenta que El Sueño era difícil de obtener. Su primer invierno en Chicago, Gerardo durmió afuera. Est8aba deprimido, ansioso, y necesitaba felicidad. En respuesta a sus dificultades emocionales, Gerardo fue expuesto a las drogas, alcohol, y la indigencia. Al pesar de todo esto, Gerardo dice que su motivación era una canción que dice, “los caminos de la vida no son como yo quería ni como yo pensaba.”
La canción, desafortunadamente, no pudo parar las dificultades en la vida de Gerardo. Una llamada al 911 encontró a Gerardo admitiendo que quería cuitarse a vida y necesitaba ayuda. Lo admitieron por quince días, pero fue descargado después de cinco. Su habilidad de compartir su historia lo ayudo a sanarse. El nos recuerda, “una historia de cincuenta y ocho años no es fácil de contar.” Sin embargo, Gerardo tenía práctica. No mucho tiempo después, Gerardo se volvió a encontrar. También encontró recursos de comunidad y dirección.
Gerardo se quedó en La Villita porque pudo. Él dice que fue difícil dejar a sus hijos, pero su más chica se quedó con su madre y el resto ya eran adultos. El compara a sus hijos con pájaros yéndose del nido. Gerardo recuerda sintiéndose con confianza porque recibió ayuda y apoyo con su viaje a los Estados Unidos. Él se sacrificó bastante por su familia, y después de su divorcio se sacrificó por sus hijos. Gerardo vio a los Estados Unidos como una segunda oportunidad para vivir y encontrar su significado.
La historia de Gerardo nos recuerda que los inmigrantes son personas con pasados complicados y emocionales. Él nos recuerda que los inmigrantes adultos tienen sueños y metas que merecen ser escuchados. Gerardo también nos recuerda de la importancia en la conexión humana y la empatía radical. Él dice, “Me gusta platicar con la gente.” En esas conversaciones Gerardo encontró la esperanza, ayuda, y El Taller de José. Gerardo continua ser humilde, pero se considera “muy afortunado.” Al pesar de seguir batallando la indigencia y el desempleo, Gerardo insiste que esas luchas lo están ayudando a encontrar el significado de su vida.
Cerrando con sus propias palabras, “a los que estén escuchando…les quiero dar las gracias, porque que seria de nosotros en esos momentos que no queremos quitar la vida. Puede ser un simple favor para la otra gente que los ayuda.”
“Si yo no aprendo a vivir aquí, pus no voy a poder vivir ahí arriba. Por eso ha sido mi lucha.” – Gerardo Gonzalez
-Escrito por Cristina Nuñez